Cobarde y vergonzosa, la negativa a poner fin al baño de sangre en Líbano
Beirut. Visité esta semana el hospital de Marjayoun y encontré a una joven que yacía en una cama, envuelta en vendajes, con su belleza arruinada para siempre por algunas heridas conocidas: los reveladores hoyos oscuros en su piel fueron abiertos por bombas de racimo, el arma que usamos en Irak con efectos letales y que hoy utilizan los israelíes para castigar a los civiles en el sur de Líbano.
Por supuesto, de inmediato se me ocurrió que si George W. Bush, Condoleezza Rice y nuestro pobre y disminuido primer ministro hubieran demandado un cese al fuego cuando los libaneses comenzaron a rogar por él, esta joven no habría tenido que pasar el resto de su vida salpicada con esas horribles cicatrices.
Y habiendo visto los cadáveres de muchos hombres y mujeres más, tengo que decir -desde mi puesto de observación, a escasos cinco kilómetros de la frontera israelí- que la complaciente, cobarde y vergonzosa negativa de Bush, Rice y lord Blair de la propuesta de Kut al-Amara a poner fin a este baño de sangre sentenció a muerte a muchos cientos de libaneses inocentes. Al escribir este artículo, cerca del pueblo de Blat, que tiene su propia lista de civiles muertos, me queda bastante claro que se preparan muchas vidas inocentes más para el matadero... y de hecho morirán en los próximos días.
¿Qué fue lo que dijo Condoleezza Rice? ¿Que un "cese al fuego apresurado no sería bueno"? ¿Cuál fue el patético pretexto de Blair en la cumbre del G-8? ¿Que era mucho mejor un cese al fuego duradero que uno que pudiera romperse? Sí, entiendo muy bien: Blair y sus amos -les daremos un título genérico a Bush y Rice para evitar obviedades- consideran los ceses al fuego no como un paso humanitario para aliviar y prevenir el sufrimiento, sino como un arma, como un medio para lograr un fin político.
Que la guerra dure más y crezca el sufrimiento -que se posponga la compasión-, y los libaneses (y Hezbollah, es para dar risa) acabarán cayendo de rodillas y plegándose a las ridículas demandas de Occidente. Y una de esas famosas "oportunidades" estadunidenses de cambio -es decir, para humillar a Irán- se habrá creado.
De ahí que ahora el lacayo Blair, según sus repulsivas palabras, "incrementará la urgencia" de la diplomacia. Pensemos en ello un momento. La diplomacia no era urgente al principio. Luego, supongo, se volvió medio urgente, y ahora este hombre mendaz va a "incrementar" la urgencia de la diplomacia, después de lo cual, me imagino, se podrá volver superurgente o de importancia "absolutamente" prioritaria, dependiendo, sin duda, de que Israel crea que ha ganado la guerra a Hezbollah o, lo que es más probable, de que se dé cuenta de que es una guerra que no se puede ganar y quiera endosarnos las bajas.
Sin embargo, desde la frontera de Pakistán hasta el Mediterráneo -con la sola excepción de los muy odiados Siria e Irán, que más tarde podrían quedar empapados en sangre-, hemos convertido una franja de 2 mil 500 kilómetros de ancho del mundo musulmán en un desastroso infierno de sufrimiento y odio sin paralelo. Nuestros "pacificadores" británicos en Afganistán luchan por su vida -y al parecer bombardean inocentes, al estilo israelí- contra un enemigo islamita que crece semana a semana.
En Irak, nuestros soldados -y los de Estados Unidos- se esconden en sus fortalezas de concreto mientras los pobladores a los que con tanta generosidad liberaron e introdujeron a los beneficios de la democracia de estilo occidental se matan entre sí. Y ahora lord Blair y sus compinches -siguiendo al pie de la letra la política de Tel Aviv- permiten a Israel destruir a Líbano y dicen que eso es la paz.
Blair y su ignorante secretario del Exterior han consentido el salvajismo israelí con ciega confianza en nuestra pérdida de memoria. Es perfectamente aceptable, al parecer, después que Hezbollah realizó su insensato y letal ataque del 12 de julio, destruir la infraestructura de Líbano y la vida de más de 400 inocentes. Pero un momento: cuando el Ejército Republicano Irlandés solía cruzar la frontera irlandesa para matar soldados británicos, como en efecto lo hizo, ¿acaso Blair y sus amigotes culpaban al gobierno de la República de Irlanda? ¿Ordenó a la Real Fuerza Aérea bombardear las gasolineras y fábricas de Dublín? ¿Envió tropas británicas que cruzaran en tanques la frontera y disparan a discreción contra las aldeas de Louth, Monaghan, Cavan y Donegal, en las colinas? ¿Demandó Blair que una fuerza internacional, bajo el mando de la OTAN, ocupara una zona de contención en el lado irlandés de la frontera, no en el de Irlanda del Norte?
Claro que no. Pero Israel goza de privilegios especiales que no se conceden a ninguna otra nación civilizada. Puede hacer exactamente lo que Blair jamás haría, y aun así recibir aprobación del gobierno británico. Puede mandar a la basura la Convención de Ginebra -porque los estadunidenses han hecho lo mismo en Irak-, cometer crímenes de guerra y asesinar soldados de la ONU, como los cuatro observadores militares desarmados que se negaron a dejar su puesto cuando estaba bajo fuego.
¿Y qué hay de Hezbollah, fiel sirviente de Siria e Irán, y de su líder Sayed Hassan Nasrallah, tal vez primer siervo de Dios, pero inmediatamente después de Damasco y Teherán? Desde hace tiempo he creído que su ataque al otro lado de la frontera israelí fue planeado con meses de anticipación. Pero ahora me doy cuenta de que también el asalto de Israel a Líbano se planeó con mucha anticipación, como parte del proyecto de Washington y Tel Aviv para cambiar la forma de Medio Oriente. La idea de que Nasrallah va a hincar la rodilla ante un general de la OTAN y entregar su espada -que su disciplinado, implacable y atemorizador ejército guerrillero se va a rendir a la OTAN- es un delirio que va más allá del autoengaño.
Pero Blair y Bush quieren enviar una fuerza de combate al sur de Líbano. Sí, yo iré allá también, supongo, para observar su rápida destrucción en una orgía de coches bombas y atacantes suicidas por la misma organización que este viernes lanzó otra carga de misiles de alcance más largo que nunca, los cuales impactaron cerca de Afula, en Israel.
El gobierno libanés -electo democráticamente y elogiado por Washington, que le lanzó flores a su primer ministro después de lo que el Departamento de Estado llamó la "revolución del cedro"- acaba de tomar desprevenidos a los estadunidenses, al presentar un paquete de paz al que Hezbollah ha accedido con renuencia, principiando por un cese del fuego inmediato.
¿Podrá Washington hacer caso omiso a la decisión de un gobierno democrático? Claro que puede. Está animando a Israel a continuar con su destrucción del Ejecutivo democráticamente electo de Hamas en Gaza y Cisjordania.
Así pues, esperemos un "incremento" de la "urgencia" de la diplomacia... y más mujeres con la piel desgarrada por bombas de racimo.
© The Independent
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