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viernes, agosto 18, 2006

Militares, estados nacionales y movimientos (Raúl Zibechi)

18 de agosto de 2006

La Jornada

Raúl Zibechi

Un mes atrás se produjo un encuentro inédito. El coordinador del principal movimiento social del continente fue invitado por un general de las más poderosas fuerzas armadas latinoamericanas a brindar una charla sobre la reforma agraria y la coyuntura política brasileña. El 18 de julio Joao Pedro Stédile, dirigente del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), traspasó el umbral de la Escuela Superior de Guerra (ESG), en Río de Janeiro, donde fue llamado por el comandante de la misma, general José Benedito Barros Moreira, a intervenir como único orador del día en la actividad anual que realiza la casa de estudios con las universidades. Más raro aún es que al final de la charla el general dijo al público que compartía prácticamente toda la intervención de Stédile, y que discrepaba sólo con los métodos de los sin tierra.

El comandante de la ESG pareció reflejar el sentimiento de buena parte de los militares brasileños, cuando hizo referencia a la mediocridad de las elites, asegurando que no llegan a comprender que una mejora del nivel de vida de la población, mediante el desarrollo del mercado interno, sería beneficiosa aun para las elites. Stédile explicó a un público integrado por oficiales de las tres armas, las razones por las que su movimiento cree que una profunda reforma agraria será un impulso para el desarrollo y crecimiento. Militares y sin tierra coindieron en los aspectos negativos de la financierización de la economía y de la dependencia del país respecto de los organismos financieros internacionales.

Las posiciones defendidas por sectores importantes de las fuerzas armadas brasileñas no son nuevas. El presidente del Club Militar, general Luiz Gonzaga Schroeder Lessa, que fue además jefe del Comando Militar de la Amazonia, expuso hace un año a la revista Brasil de Fato una posición intransigente de protección de los bienes naturales del país, empezando por la Amazonia y siguiendo por el petróleo y el gas. Defensor de posiciones nacionalistas de larga tradición entre los militares brasileños, el general Lessa discrepó con la política del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva de licitar las reservas de hidrocarburos a empresas extranjeras. Anteriormente, las fuerzas armadas tuvieron diferencias serias con el gobierno de Fernando Henrique Cardoso en cuanto a los planes de defensa de la Amazonia, y el entonces presidente debió dimitir, en 2000, al comandante de la fuerza aérea por discrepar abiertamente con la privatización de Embraer, la principal fábrica aeronáutica del país y cuarta en el mundo.

Más aún, el general Lessa apoyó decididamente la visita realizada por militares brasileños a Vietnam hace ya casi dos años, "para observar la experiencia de ese país en la lucha contra un enemigo más fuerte". Sostuvo que como "no tenemos efectivos militares para enfrentar a una potencia del primer mundo", en obvia referencia a Estados Unidos, las fuerzas armadas de Brasil debieron adoptar una "doctrina de resistencia" a la que define como "la participación popular, la participación de las fuerzas armadas actuando como fuerzas irregulares, pero haciendo sabotajes, terrorismo y todos los actos llamados irregulares para desgastar a ese probable enemigo".

La globalización y el neoliberalismo provocaron una profunda crisis en las fuerzas armadas del continente, ya que no pueden sino estar referenciadas en un Estado-nación ahora en retirada. El argentino Rosendo Fraga sostiene, por ejemplo, que el nacionalismo que antes era patrimonio de la derecha y de las oligarquías, hoy es defendido por las izquierdas. Y que el deterioro salarial que sufren los militares ha redundado en pérdida de las fuertes relaciones sociales que mantenían con las elites, ya que sus efectivos se reclutan crecientemente en los estratos más bajos de la sociedad. Según Fraga, miembro del Centro de Estudios Nueva Mayoría, los militares de América Latina tienen hoy "ingresos que los asemejan en sus necesidades sociales a los sectores más postergados de la sociedad".

La integración regional es otro tema que preocupa a los militares. Síntoma de los tiempos, en 2001 las fuerzas armadas de Brasil y Argentina comenzaron a realizar los ejercicios Lazo Fuerte, en los que se figura una situación en la que "los dos países conforman una alianza defensiva para hacer frente a una invasión al territorio soberano de uno de ellos", según sostiene un análisis de la Comisión de Defensa del centro Nueva Mayoría. Los dos principales países del Mercosur vienen traduciendo la alianza comercial al terreno militar, lo cual supone creciente cooperación binacional.

La creciente autonomía de gran parte de los militares del continente, tanto de las elites locales como del imperio, forma parte de la búsqueda de su nuevo lugar en el mundo, que no puede ser otro que sus propias sociedades, si no quieren emplearse como servidores de las grandes trasnacionales. Transitar el primer camino supone, como sucedió hace un mes en Brasil y antes en países como Ecuador o Venezuela, escuchar a los principales actores sociales, entre ellos a los movimientos sociales. A diferencia de hace tres décadas, cuando una oleada de nacionalismo militar progresista barrió varios países andinos (en particular Perú, Ecuador y Bolivia), ahora la propia existencia de las fuerzas armadas ha sido puesta en cuestión por el capitalismo globalizado, pero no por los movimientos populares como sucedió entonces.

En adelante, debemos habituarnos a que algunos militares, ante la creciente debilidad de los estados nacionales, miren hacia abajo buscando puntos de referencia cuando su mundo hace agua. Dialogar con ellos, como hicieron los sin tierra de Brasil, parece el mejor camino. Sin ilusiones y sin esperar que desde ese arriba, ahora desconcertado, lleguen la soluciones que necesitan los sectores populares.





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