Por Oriel María Siu
Enero 2007
Mientras unos optan por consumir ciegamente la historia que nos presentan los discursos oficiales del gobierno a través de los medios de comunicación, el aula de clase, y la diversidad de propagandas capitalistas que inundan cada rincón de nuestras realidades, otros, y otras, optan por construir la historia; tejerla y moldearla de acuerdo a las necesidades de los de abajo. En realidad, para la mayor parte de la población en el continente americano, las opciones son dos: seguir viviendo una vida de atropellos, exclusión, olvido y hambre, o transformar esta realidad; cambiarla para el mejoramiento de las comunidades que la habitan asumiendo la resistencia y la lucha como única forma de vida. Esta segunda opción es el caso de los zapatistas en el sureste mexicano, quienes desde el 1ero de enero de 1994 organizadamente gritan un fuerte “¡Ya Basta!” ante más de cinco siglos de colonización, marginalización, y extrema pobreza. No accidentalmente, fue éste el mismo día en que el gobierno de México decide oficialmente firmar un pacto con el gobierno de Estados Unidos el cual le permitiría a este vecino del norte saquear los recursos naturales de México a su antojo. Este contrato sin embargo, existe entre Estados Unidos y Latinoamérica desde hace muchos años y no es nada nuevo. Más exactamente, existe desde el momento de las independencias hispanoamericanas a mediados del siglo XIX cuando Estados Unidos se acomoda en el asiento imperial de los españoles convirtiéndose en el nuevo colonizador de América. Pero si bien España perdió su dominio en estos territorios, no se fue sin dejar impregnadas las huellas de su legado colonial aún vigentes en nuestra realidad. De aquí, las firmas de tratados de libre comercio entre Estados Unidos, México, el Caribe y Centroamérica que hemos presenciado en los últimos 12 años, partiendo desde 1994, no han sido más que la oficialización de un acuerdo neocolonial; la luz verde para que Estados Unidos continúe el saqueo desenfrenado de los recursos naturales, la explotación de la mano de obra barata, y el robo de la dignidad de los habitantes de la región latinoamericana, comenzada hace más de cinco siglos por los españoles. Esta última fase de nuestra historia colonial, mejor conocida como el neoliberalismo, impulsó a los zapatistas a alzarse en rebelión y trazar una línea definitoria entre el olvido y la recuperación de la memoria, su historia.
El Encuentro Intergaláctico entre los pueblos Zapatistas y los pueblos del mundo, llevado a cabo del 30 de diciembre del 2006 al 2 de enero del 2007, en el Caracol de Oventik, Chiapas, es verdaderamente imposible de resumir aquí; después de cuatro días de presenciar la participación de más de 2,154 individuos y colectivos, y más de 3,000 zapatistas en este encuentro, se tornó evidente que la resistencia y la lucha por la autonomía sostenida en diversidad de formas en diversas partes del mundo, está repleta de lecciones y luchas internas que no cabrían en mis palabras o papel. Y es que la autonomía, nos enseñan los zapatistas y la práctica, se manifiesta de modos diferentes bajo diferentes contextos. Entre la misma autonomía zapatista, es posible atestiguar a esta lección. La lucha por la educación autónoma, el cuidado médico autónomo, la participación de la mujer, y el trabajar la tierra – demandas básicas del zapatismo – se da en cada uno de los cinco Caracoles zapatistas de modos distintos. Tanto los avances de cada Caracol, como los retos que en el paso encuentran, se dan en diferentes niveles de acuerdo a las limitaciones de cada cual. Lo unificador sí entre estos procesos, es el logro de escuelas primarias autónomas en todos los Caracoles, la construcción de clínicas, el diálogo constante sobre cómo implementar la justicia en las comunidades zapatistas, la alta participación de la mujer y la juventud en el gobierno y las comunidades, la formación de cooperativas zapatistas, y la repartición equitativa de las tierras entre las bases. Con muy escasos recursos económicos, sobre el lodo y en el frío, la autonomía zapatista avanza. En la base ideológica de cada uno de estos procesos está el luchar abajo y a la izquierda, es decir, la lucha es en contra del capitalismo, en contra del neoliberalismo y por la humanidad. La educación zapatista es sólo un ejemplo de este pensamiento, pues la educación zapatista se rige bajo las necesidades de las comunidades zapatistas y no bajo las necesidades del capitalismo.
Se expresó en la mesa de trabajo sobre la educación en el Encuentro, que anterior al levantamiento zapatista, el gobierno mexicano impulsaba una educación capitalista en las comunidades ahora zapatistas. La educación del gobierno mexicano estaba interesada en borrar de la memoria de los niños y niñas mayas su cultura, su historia y su lenguaje. Esta educación del gobierno mexicano – como lo es la educación de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos y el estadounidense – enseña el individualismo, el olvido, la historia que no es nuestra sino proveniente del continente blanco, y el uso de la memoria como metodología de aprendizaje. Dentro de la educación del gobierno estatal, los niños no aprenden a pensar críticamente sino que aprenden a repetir discursos, fechas, y nombres. La educación zapatista, por el contrario, promueve una educación liberadora, transformadora, conscientizadora, reflexiva, y crítica que se acopla a la realidad de cada comunidad y a la historia del indígena maya. Se enseña en el lenguaje maya que corresponde a cada Caracol, ya sea tzotzil, tzetzal, chol, o zoque, y el aprendizaje es colectivo; la imagen convencional del maestro se deconstruye al convertirse los estudiantes en sus propios maestros y el “maestro” en un mero facilitador, promotor de la educación. En muchos casos, los niños con más experiencia que otros son quienes le enseñan al que menos experiencia o conocimiento tenga con respecto a alguna temática, convirtiéndose él o ella misma en el maestro o maestra. Además, en las escuelas zapatistas se enseña el cuidado de la tierra, de cómo brindarle el cuidado necesario a la tierra para que ésta ayude a la producción de alimentos, de cómo no contaminarla utilizando químicos sino que abonos orgánicos. Dicho de otro modo, la educación zapatista construye un mundo nuevo para los niños, sin enseñar el miedo anteriormente inculcado por la educación del mal gobierno, sino que, enseña la dignidad y de cómo colectivamente transformar la realidad que los rodea.
Escribo estas reflexiones sobre el Encuentro Intergaláctico entre los zapatistas y el mundo, porque en Estados Unidos vivimos en la ignorancia, los medios de comunicación nos mantienen secuestrados en una jaula de oro, como dirían los Tigres del Norte, sin conocimiento de cómo el mundo y los más marginados de este mundo sufren bajo las garras del capitalismo estadounidense y el neoliberalismo. Para entender a Chiapas y el movimiento zapatista, es necesario entender más de cinco siglos de historia colonial, conocer el por qué indígenas mayas se vieron en la necesidad de transformar su realidad por medio de un levantamiento armado que se convirtió en un levantamiento de la dignidad y la palabra. Como los zapatistas, asumo yo también una posición de abajo y a la izquierda porque mi propia historia me ha llevado a desconfiar del imperio estadounidense, quien durante la década de los 80s masacró a miles de centroamericanos tratando de impedir procesos sociales que surgían desde lo más abajo de la esfera social centroamericana. Eran estudiantes, campesinos, indígenas, maestros y trabajadores quienes pelearon en contra de los malos gobiernos centroamericanos que estaban siendo respaldados en un cien por ciento por el gobierno de Estados Unidos. Ahora, a más de una década de haberse firmado los acuerdos de paz y el cese a las guerras, Centroamérica se ha ido convirtiendo en un “mall” donde entran los Walmarts como perros por su casa, y a donde la juventud, ahora involucrada en maras porque no ha tenido otras alternativas, es castigada de por vida, ya sea en la cárcel o en la tumba. Y mientras se llevan a cabo los tratados de libre comercio entre Estados Unidos, México, el Caribe y Centroamérica, y el comercio fluye como fluyeron un día los ríos, hay quienes, como los zapatistas, resisten y construyen sus propias escuelas, clínicas y formas de gobierno. Los gobiernos de arriba nos han defraudado una y otra vez. El zapatismo es una nueva fuente de esperanza y un modelo del cual tenemos mucho que aprender.
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