Imagina que un día te despiertas y no tienes país. Imagina que a partir de ese momento vives 32 años en un campamento de refugiados en Argelia, en pleno desierto del Sahara, soportando temperaturas de 50 grados, con escasa agua y alimento insuficiente. Imagina que eres del Sahara Occidental.
Imagina que tu país, rico en fosfato y enclaves de pesca, es primero colonizado por España y luego invadido, a sangre y fuego, por Marruecos. Imagina que el invasor ocupa tu territorio e impone un programa de repoblación que insta a los marroquíes a instalarse donde antes está tu casa.
Imagina que resistes en el territorio ocupado. Imagina que pierdes el miedo y sales a la calle a exigir tu libertad. Imagina que tú y tus hermanos son torturados, encarcelados, desaparecidos. Imagina que no te doblegas y continúas ondeando la bandera de tu pueblo, cuidando de conectarla al cableado eléctrico, para que si alguien osa quitarla al menos se lleve un susto.
Imagina que eres uno de los 200 mil saharauis que sobreviven en uno de los cuatro campamentos de refugiados que se extienden en la hammada de Tinduf, en el desierto de Argelia, en la nada, donde sólo crecen las piedras y el verde sólo se vislumbra en pequeños oasis que dan un respiro. Imagina que tu casa es una carpa con decenas de parches o una pequeña casita de adobe que siempre, esperas, será un tránsito.
Imagina que ahí, en el refugio, construyes resistencia y no te quedas inmóvil. Imagina que levantas escuelas, hospitales, talleres de artesanía y medios de comunicación. Imagina que tienes una radio que cubre todos los campamentos y la zona ocupada por Marruecos, y que ya tiene una televisión desde hace un año. Imagina que estudias y te preparas para servir a tu pueblo aunque, es cierto, más de una vez te desesperas y te sientes cansado.
Imagina que eres mujer, que eres saharaui y musulmana. Imagina que tu fortaleza es ejemplo, que luchas por la igualdad entre hombres y mujeres en una sociedad estereotipada por lo contrario. Imagina que en tu pueblo, culturalmente, no hay violencia contra la mujer. Imagina que la responsabilidad de la vida en el campamento de refugiados cae sobre tus hombros, que todos los días te levantas a hacer pan, sales a estudiar a países solidarios con tu causa, que tu vida, en la resistencia, cambia tu destino.
Imagina que vives en la zona liberada, en un pedazo de tierra que defiende tu gobierno, en la verdadera República Saharaui. Imagina que Marruecos ha construido un muro para separarte del resto de tu territorio y que esta pared mide 60 veces más que el muro de Berlín. Imagina el muro minado de principio a fin y que un día que sales a pastorear tus cabras una mina te estalla. Imagina que hoy convaleces en el centro de víctimas de la guerra y las minas Mártir Chérief, un hospital semidestruido por las lluvias del año pasado.
Imagina que esta semana una pantalla gigante e inaudita se apareció en el desierto. Imagina que llegó un festival de cine a aliviarte y a decirte que no estás sólo, aunque la ONU te dé la espalda.
Saharauis en huelga de hambre
Ahmad Badda muestra al tribunal señales en su torso de las torturas recibidas durante la detención. Después de torturarlo lo llevaron al hospital y luego a la comisaría. Niega haber declarado y dice que los datos pudieron haber sido obtenidos por la policía de cualquier base de las que tienen."
Ahmad es uno de los 55 presos políticos saharauis en la denominada cárcel negra de El Aiun, en el territorio del Sáhara Occidental ocupado desde hace 32 años por Marruecos. Ninguno de ellos, por supuesto, es reconocido como preso de conciencia por la justicia marroquí, pero todos han sido detenidos, torturados y enjuiciados por su presunta participación en manifestaciones o actos de protesta que reivindican la liberación de la tierra que les pertenece.
Actualmente Ahmad y todos los demás presos están en huelga de hambre, exigiendo su libertad. Llevan más de tres meses sin probar alimentos pues, explica Abba Salac, de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (Afapredesa), es preferible la resistencia a seguir aguantando torturas, aislamiento, falta de acceso al servicio médico y nulo contacto con sus familiares y con el exterior.
El caso de los presos se suma al de los 526 desaparecidos civiles saharauis. Nadie sabe de ellos y el gobierno marroquí niega cualquier participación en su desaparición; aunque la existencia de cárceles clandestinas es conocida y ha sido documentada por organismos internacionales de derechos humanos.
A Hamdi Hainani lo detuvieron cuando ibal al corral a darle de comer a las cabras. Negó en todo momento su participacion en disturbio alguno, y no firmó ni reconoció nada ante la policía. Hoy es preso político y, como el resto, comparte una celda de cuatro por cuatro metros junto a otras 50 personas.
La situación para los presos saharauis es cada día más preocupante. Los familiares, principalmente las madres (heroicas e incansables, como en todos lados), exigen que la comunidad internacional presione al gobierno marroquí para lograr su liberación y la presentación con vida de todos los desaparecidos. Hace más de 15 años, en 1991, lograron la liberación de 300 saharauis presos cuya existencia era negada por Marruecos. Hoy, demanda Abba Salac, es urgente que se consiga el acceso a las cárceles para defensores de derechos humanos, parlamentarios europeos y medios de comunicación.
Hace apenas unos días 15 madres saharauis se plantaron frente a las oficinas de la administración marroquí exigiendo la presentación de sus hijos desaparecidos. La respuesta fue la represión brutal por parte de la policía. Las levantaron a golpes y las hicieron retirarse. Pero ellas regresaron.
El inmueble de Afapredesa tiene su sede en Rabuni, centro de gobierno de la República Saharaui en el exilio, en pleno desierto. Sus paredes están tapizadas con decenas de retratos de saharauis torturados. Aquí se respira la ignominia y la deshumanizacion del mundo. Pero también la lucha y el cansancio. No creo que los saharauis esperen mucho tiempo más, sentencia Abba Salac.
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