REPORTAJE / A diez años de Acteal
Planea el gobierno un ataque contra representante del Vaticano
La paz es sólo una figura retórica en el discurso zedillista
El diálogo, una simulación para continuar con la violencia
Ante la evasión del gobierno por resolver el conflicto, el EZLN alerta sobre el verdadero carácter del PRI: “el de enemigo de los pueblos indios y exterminador de zapatistas”
El 12 de diciembre de 1997, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General (CCRI-CG) del EZLN informa “sobre la situación de miles de indígenas zapatistas, perseguidos, asesinados y desalojados de sus tierras en el municipio de San Pedro de Chenalhó”, donde más de 6 mil desplazados de guerra “son el resultado de los ataques de bandas paramilitares y la policía del estado, dirigidas ambas por el gobierno estatal con beneplácito del federal” (La Jornada, 15 de diciembre*).
“Tan sólo en la comunidad de Xcumumal se encuentran refugiados más de 3 mil 500 indígenas. Están completamente aislados, sitiados por guardias blancas y policías de SP. Los zapatistas de Chenalhó viven a la intemperie y sufren, además de la falta de vivienda, vestido y alimentación, enfermedades que alcanzan ya el rango de epidemias”, agregaba el CCRI.
“El gobierno federal, el estatal y el PRI, lejos de detener su ola de agresiones, intentan darle largas a la solución del problema principal, que es la desaparición de sus grupos paramilitares y el retorno de los desplazados a sus comunidades. Mientras finge dialogar, el priísmo chiapaneco se dedica al saqueo y destrucción de las pertenencias de los expulsados de sus comunidades. Café, ganado, ropa y utensilios domésticos se reparten entre los paramilitares como botín de una guerra en la que hasta ahora sólo ha disparado uno de los lados, el del gobierno y su partido”.
La comandancia zapatista fija su posición: “El PRI revela su verdadero carácter: el de enemigo de los pueblos indios y uno de los ejecutores de la política de exterminio que desde el gobierno federal se sigue contra los zapatistas. En días recientes la prensa nacional e internacional ha mostrado la grave situación que padecen los indígenas zapatistas de Chenalhó. Lo visto en los medios es sólo un pequeño botón de la gigantesca muestra de intolerancia y crimen con que el PRI y los gobiernos federal y estatal pretenden doblegar la rebeldía zapatista. El hecho innegable de que indígenas estén siendo asesinados y perseguidos, sin que ellos respondan a las agresiones, ha generado una opinión pública desfavorable al gobierno mexicano”.
Planean ataques
Para remontar dicha corriente adversa, “los gobiernos estatal y federal y sus grupos paramilitares planean agredir físicamente al representante del Vaticano, Justo Mullor, durante su (próxima) visita a Chiapas”. El plan de los paramilitares y el gobierno “es presentar estos atentados como realizados por comandos del EZLN y, para esto, equipan a sus sicarios con uniformes y distintivos del EZLN”. Las “apariciones” recientes de grupos armados presuntamente zapatistas en Las Margaritas y otros puntos de la geografía chiapaneca son “provocaciones montadas para preparar el escenario que buscan”. Frente a esto, el EZLN dice: “Como desde el inicio del diálogo, las tropas zapatistas se mantienen en sus cuarteles de montaña y no han realizado ni realizan ningún movimiento ofensivo o fuera de sus posiciones”.
El comunicado añade: “Además de implicar al EZLN en la agresión proyectada contra el nuncio, el gobierno trata de echar tierra al atentado que Paz y Justicia perpetró contra los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera, y quitar la atención mundial que el caso de miles de indígenas desplazados por bandas priístas en Chenalhó ha provocado a últimas fechas”.
En lugar de urdir “complicados complots” como argumento para emplear a fondo la opción militar, el gobierno federal “debería detener a sus paramilitares, permitir el retorno de los miles de desplazados de guerra y cumplir sin dilación su palabra empeñada en San Andrés Sacamchén de los Pobres. Así se contribuiría al diálogo y la paz empezaría a dejar de ser una figura retórica en el discurso zedillista”.
El EZLN hace un “llamado urgente” a la sociedad civil nacional e internacional “para que acuda en ayuda de nuestros hermanos de Chenalhó”. La situación “es dramática, de vida o muerte para miles de indios rebeldes que creen todavía que su lucha no es contra otros indígenas, sino contra el sistema que los condena a la muerte y el olvido”.
El drama de los desterrados
En tanto, el presidente en turno de la Cocopa, Carlos Payán Velver, declara que la situación es “muy grave” y “es imprescindible que toda la sociedad empiece a reclamar y preocuparse” (13 de noviembre). Las imágenes mostradas en televisión por Ricardo Rocha perturban a millones de personas en el país. El suplemento Masiosare de La Jornada publica el día 14 el reportaje de Blanche Petrich “La tragedia de los desplazados”. Ya nadie puede decir que Chenalhó es un secreto. Así retrata la enviada la vida de un “campamento”:
Xoyeb es un caserío a medio camino entre Polhó y Yabteclum, al lado de un ocotal, en una hondonada entre cerros. Son 13 casitas familiares, tablas y techo de zinc entre milpas y platanares. Todas han abierto sus puertas para compartir lo poco que tienen con la oleada de recién llegados, sus vecinos.
Estos 488, contando dos recién nacidos, son de Yibeljoj. Están en dos “campamentos”, mínimas techumbres de hojas de plátano. A los más enfermos los alojan dentro de las casas o bajo los pocos plásticos disponibles, porque es invierno y llueve constantemente. Expulsados de su tierra ancestral, llevan dos meses en el paraje. El promotor de salud estima que 80 por ciento de los niños y 60 por ciento de adultos padecen fiebre. Hay disentería, enfermedades respiratorias y gastrointestinales, tifoidea, alto riesgo de cólera.
En uno de estos cobertizos minúsculos está Zenaida. Tiene 16 años. Su primer hijo, los ojos adormilados por la calentura, la pancita inflamada de bichos, gatea sobre el lodo. Todavía no come tortilla y quiere chichi. Pero su mamá lo mira sin ver, se abraza las rodillas, se queja: a ella también le duele el vientre y su falda azul añil está empapada en sangre. Su segundo hijo ya no va a nacer. Y no hay antibióticos, ni siquiera una asipirina, para ayudarla a soportar las secuelas del aborto. Su tía, arrodillada a su lado, hilvana frases en tzotzil. Su marido se mantiene en silencio. Nada pueden hacer por Zenaida. Ni un té.
Cuando amanece en los campamentos ya ninguna mujer está bajo las palapas. De las chimeneas sale humo. Cada casa es una cocina colectiva. Centenares de manos cooperan para atizar los fogones, partir la leña, cocer el maíz, molerlo, echar tortillas. Tocarán dos o tres a cada quien. Para toda la jornada. Hasta mañana.
Al mediodía todos habrán cumplido alguna tarea. Aprovechando un poquito de sol, los hombres tienden sus camisas mojadas. Las mujeres secan sus huipiles sobre sus cuerpos. Se espulgan el cabello mutuamente y platican. Y los niños, en medio del drama, ríen.
El último diálogo de paz
Una nueva reunión de priístas y zapatistas en Las Limas el martes 16 alcanza la firma de un “acuerdo de no agresión”, y mientras los rebeldes insisten en que lo cumplirán y llaman a la Cruz Roja Internacional y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), ese mismo día es asesinado por un grupo de encapuchados un destacado priísta de Quextic, Agustín Vázquez Secum, quien se oponía abiertamente a la paramilitarización de su gente (16 a 20 de diciembre).
De inmediato, el ayuntamiento oficial culpa a los zapatistas y hasta asegura que los sobrevivientes del ataque reconocieron en dos de los agresores a bases zapatistas (versión única que recogerá la PGR en sus pesquisas, según El Libro blanco de Acteal, 1998, y a partir de ahí los sucesivos “historiadores” por encargo, pues con esa pieza se terminó de armar la explicación oficial de lo que sucedería en Acteal seis días después).
Esa misma noche, Las Abejas cuentan los hechos de otro modo: “La emboscada fue realizada por priístas de La Esperanza, que mantienen diferencias con los priístas de Quextic”. La información coincide con la del concejo autónomo de Polhó (18 de diciembre), el cual abunda que en esa zona del muncipio ya no quedan zapatistas. Estas informaciones serán ignoradas en adelante por las autoridades, pues no cuadran con la “explicación” del “conflicto intercomunitario e interfamiliar” que la PGR intentará imponer inmediatamente después de la masacre, en voz del procurador Jorge Madrazo Cuéllar (27 de diciembre).
El día 19 fracasa el último intento de negociación en Las Limas. Los autónomos no asisten, pues no consideran que haya condiciones de seguridad para el traslado de su delegación. El edil priísta Jacinto Arias Cruz se opone a que el lunes 22 se cite a una reunión en Las Limas con la comisión de verificación de acuerdos, así como a fijar fecha para un nuevo intento de negociación (20 de diciembre). “Luego les avisamos”, dice Arias Cruz a los mediadores. Los priístas ya no avisarán.
* Todas las fechas entre paréntesis corresponden a citas de notas publicadas en La Jornada.
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