La solidaridad entre iguales, el acompañamiento político y fraterno, el “aquí estamos” que tiene como respuesta “estamos contentos con ustedes”, la emoción de saberse entre compañeros pisando tierras autónomas y en rebeldía, la alegría y la indignación común, la suma de esfuerzos y voluntades, el reconocimiento del enemigo común y el propósito de seguir luchando juntos. Todo esto y más se vive estos días en los pueblos zapatistas, durante la visita de la Caravana nacional e internacional de observación y solidaridad con las comunidades zapatistas de Chiapas, integrada por cientos de activistas de México, Argentina, Uruguay, Canadá, Estados Unidos, Estado Español, Italia, Francia, Grecia, Bélgica, Alemania, Suiza y Dinamarca.
Esta caravana no es la primera ni (esperemos) la última que se realiza a las comunidades en resistencia, pero tiene como particularidad que se lleva a cabo en medio de un incremento del hostigamiento gubernamental, particularmente económico, dirigido a aplastar un proyecto autónomo que tiene una propuesta nacional e internacional de lucha anticapitalista. Otro elemento que enmarca esta visita es el casi total silencio mediático alrededor de la actual embestida protagonizada por los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y por los tres principales partidos políticos (PRI, PAN y PRD).
Los más de 300 activistas, provenientes en su mayoría de Europa, se dispersan ahora por las diferentes comunidades zapatistas de la selva y Los Altos de Chiapas. Llegan con un compromiso de solidaridad política, escuchan con respeto a sus anfitriones, graban, toman apuntes y fotografías con las que después realizarán materiales que les sirvan para difundir la actual situación de Chiapas en sus respectivos países. Hay, por supuesto, denuncias de los zapatistas, pero también hay complicidad e intercambio con quienes “llegaron desde lejos, porque se ve y se siente que sí están en la lucha con nosotros”.
Los poderes locales de Chiapas se preparan para la visita non grata y les niegan gasolina para poder trasladarse a las comunidades. Los cuerpos de inteligencia de a saber qué dependencia les toman fotografías intimidatorias, pero nada impide que la gente solidaria llegue a su destino, donde los zapatistas los reciben con bailes, alegría y con un “ojalá que sigan apoyando y organizándose, porque bien saben que el mal gobierno cada día planea cómo nos va a chingar en cada comunidad”.
A casi 25 años de su fundación, a más de 14 del inicio de la guerra y a cinco años exactos de la formalización de su autonomía, los zapatistas siguen concitando en el país y en el mundo una propuesta de lucha y organización. Y, como se puede apreciar, no están solos.
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