De Filadelfia a Atenco - Los de Abajo
Desde el corredor de la muerte de una cárcel de Filadelfia, Mumia Abu-Jamal, el preso político más conocido de Estados Unidos, que ha concitado miles de movilizaciones y expresiones de apoyo internacionales en busca de su libertad, alza su voz por la liberación de los presos de San Salvador Atenco. Mumia, encarcelado desde hace 27 años por un asesinato que no cometió, advierte que “mientras las economías se desmoronan alrededor del globo, los estados se vuelven cada vez más represivos, especialmente contra gente que se opone y resiste a su política”, como en el caso del poblado mexiquense.
Mumia, periodista y defensor de los derechos de la raza negra, miembro de Las Panteras Negras, será un de- safío para el próximo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, también de origen afroestadunidense, cuyo triunfo se debió en buena medida a los votos de las comunidades negra y latina. Mumia es la figura actual más emblemática del racismo, la injusticia y la desigualdad en un país que se proclama democrático y que por vez primera tendrá un presidente de color. En 1982 Mumia fue condenado a muerte por el asesinato del policía Daniel Faulkner, en un juicio plagado de irregularidades y discriminación. Mumia no mató a nadie. En 2001 un juez federal revocó la pena de muerte; sin embargo, el fiscal confirmó los cargos condenándolo a cadena perpetua. No conformes con encerrarlo por el resto de su vida, en 2008 un tribunal ordenó revisar la condena a muerte.
Mumia, como los presos políticos de San Salvador Atenco, es una víctima del sistema. La policía le dio un tiro, lo golpeó, lo pateó y luego lo condenaron por el asesinato de un uniformado. Los detenidos el 3 y 4 de mayo de 2006 en Texcoco y en San Salvador Atenco también fueron brutalmente golpeados y violados por la policía, para luego ser encarcelados acusados por el delito de secuestro. En Atenco, dice Mumia, “miles de policías federales y estatales atacaron, deteniendo a más de 200 campesinos de San Salvador y compañeros de la otra campaña zapatista, golpeando a todos y todas salvajemente, cometiendo abusos sexuales, violaciones masivas y otras formas de tortura”.
Desde su celda ubicada en el corredor de la muerte, donde las luces de neón están encendidas las 24 horas del día y no hay un orificio que permita la entrada del sol o la luz de la luna, donde sólo puede hacer ejercicio una hora cinco días a la semana, donde le han impedido tocar durante más de 25 años seres queridos, Mumia Abu-Jamal clama justicia, escribe artículos, denuncia los atropellos del sistema en Estados Unidos y en el mundo. Mumia se solidariza con los 13 presos políticos de San Salvador Atenco para que, como él, no se quiebren ni se rindan.
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