Adquiere la milicia chiíta fama de proporciones grandiosas en el mundo árabe
Al regresar a su hogar tras la entrada en vigor del cese del fuego, una libanesa desplazada encontró sólo ruinas de su edificio en un suburbio de Beirut, donde apenas alcanzó a rescatar un juguete de su hija Foto Ap
Srifa, Sur de Libano, 14 de agosto. Hicieron un desierto y lo llamaron paz. Sfria -o lo que alguna vez fue el poblado de ese nombre- es un lugar de casas aplastadas, muros derruidos, escombros, gatos hambrientos y cadáveres atrapados. Pero es también un lugar de victoria para Hezbollah, cuyos combatientes caminaron este lunes entre la destrucción con aire de héroes conquistadores.
¿A quién culpar por este desierto? ¿A la milicia chiíta que provocó esta guerra, o a la fuerza aérea y el ejército de Israel, que llevaron la ruina al sur de Líbano y dieron muerte a tantos de sus pobladores? Para el mukhtar -alcalde- de la ciudad no hay duda alguna. Cuando tres hombres de Hezbollah -uno herido en un brazo, el otro llevando dos magazines de municiones y un radiocomunicador- pasaron junto a nosotros entre los montones de fragmentos de concreto, Hussei Kamelel-Din les gritó: "¡Adiós,héroes!" y se volvió hacia mí. "¿Sabe por qué están furiosos? Porque Dios no les dio la oportunidad de morir."
Había que estar allí con los milicianos de Hezbollah, entre esta aterradora destrucción -muy al sur del río Litani, en el territorio de donde alguna vez Israel juró que los expulsaría- para percatarse de la naturaleza del pasado mes de guerra y de su enorme significación política para Medio Oriente. El poderoso ejército israelí se ha retirado de la aldea vecina de Ghandouriyeh después de peder 40 hombres en poco más de 36 horas de combate. Ni siquiera ha logrado penetrar en la devastada ciudad de Khiam, donde Hezbollah celebraba la tarde de este lunes. En Srifa estuve mirando junto a los guerrilleros los caminos desiertos que van al sur y podíamos divisar todo el trayecto hasta Israel y el asentamiento de Mizgav Am, al otro lado de la frontera. No es el desenlace que supuestamente iba a tener la guerra para Israel.
Lejos de humillar a Irán y Siria, como era el plan de Tel Aviv y Washington, esos dos llamados estados parias han quedado intactos y la fama de Hezbollah adquirió proporciones grandiosas en todo el mundo árabe. La "oportunidad" que en apariencia el presidente George W.Bush y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, entrevieron en la guerra en Líbano se volvió una oportunidad, pero para que los enemigos de Estados Unidos exhibieran la debilidad del ejército israelí.
De hecho, la noche de este lunes apenas si se veía algún vehículo blindado israelí en suelo libanés -si acaso un tanque solitario a las afueras de Bint Jbeil-, y los invasores se habían alejado incluso de la población cristiana de Marjayoun, que consideraban "segura". Ahora está claro que los 30 mil hombres que según se decía avanzaban a marchas forzadas al norte del río Litani jamás existieron. De hecho, es improbable que este lunes quedaran más de mil soldados israelíes en todo el sur de Líbano, aunque sí se vieron envueltos en dos tiroteos durante la mañana, horas después que el cese del fuego de la ONU entró en vigor.
En tanto, por la carretera que va a Beirut desde la costa avanzaba un éxodo de decenas de miles de familias chiítas, apiladas en los toldos de sus vehículos, muchos de los cuales portaban en el parabrisas banderas de Hezbollah y retratos de Sayed Hassan Nasrallah, el líder de la guerrilla. En los gigantescos embotellamientos de tránsito en torno a los derruidos puentes de la autopista y a los cráteres que tapizan el paisaje, gente de Hezbollah repartía banderas verdes y amarillas de "victoria", junto con avisos oficiales en los que se llama a los padres a no dejar que los niños jueguen con los miles de bombas sin explotar que ahora yacen por todas partes. Por lo menos un niño libanés pereció por una de esas bombas, y 15 resultaron heridos este jueves.
Pero, ¿qué encontrará esta gente a su regreso? Haj Ali Dakroub, de 42 años, gerente de una constructora, perdió parte de su hogar en el bombardeo israelí de Srifa, en 1996. Ahora toda su casa quedó aplastada. "¿Qué hay aquí para que Israel destruyera todo?", pregunta. "No negamos que la resistencia estuviera en Srifa: estuvo antes y estará en el futuro. Pero en esta casa sólo vivía mi familia. ¿Por qué Israel la bombardeó?"
Bueno, la verdad sí me di cuenta de que algo parecido a un casco de misil colgaba del balcón de una casa muy dañada frente a las ruinas del hogar de Alí Dakroub. Y un grupo de milicianos de Hezbollah, uno de los cuales llevaba una pistola metida en el pantalón, pasó junto a nosotros como si tal cosa y desapareció en un huerto. ¿Sería allí donde guardaban algunos cohetes? Dakroub no quiso decirlo.
"Mis dos hijos y yo vamos a reconstruir la casa", comentó. "Israel puede volver dentro de 10 años y destruirla de nuevo, y entonces tendré que reconstruirla otra vez. La victoria fue de Hezbollah. Los israelíes pudieron vencer a todos los países árabes en seis días en 1967, pero aquí no pudieron vencer a la resistencia en un mes. Los hombres de la resistencia salieron de la tierra para devolver los disparos. Y aquí están todavía."
"Salir del suelo" es una expresión que he escuchado varias veces en estas semanas y comienzo a sospechar que muchos de los miles de guerrilleros en realidad se refugiaron en cavernas, sótanos y túneles, y sólo salían para lanzar sus misiles o utilizar sus cohetes infrarrojos contra el ejército israelí cuando éste cometió el error de enviar tropas de tierra hacia Líbano.
¿Alguien cree que Hezbollah va a someterse a ser desarmado por una nueva fuerza internacional de la ONU y del ejército libanés cuando llegue... si es que llega? Este lunes hubo un momento simbólico, cuando soldados libaneses asignados al sur del país se unieron a milicianos en Srifa para remover los escombros de una casa en la que se creía que estaban enterrados los cuerpos de toda una familia. A la búsqueda se sumaron la Cruz Roja libanesa y personal de defensa civil, representantes del poder civil que supuestamente recobrará su soberanía de manos de Hezbollah. El mukhtar, que con tanto entusiasmo catalogó como héroes a los guerrilleros, también es representante del gobierno. Y a la entrada de esta aldea destrozada aún se ve un cartel de Nasrallah con el presidente iraní Alí Jamenei.
Lejos de empujar a Hezbollah al norte, más allá del río Litani, Israel lo ha arraigado en sus poblados como jamás lo había estado.
© The Independent
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