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martes, febrero 06, 2007

Aterriza en foro debate virtual entre artistas sobre censura de los 70 en Cuba

La polémica estalló tras discursos públicos de varios comisarios políticos de esa época

Indignados alegatos entre víctimas y verdugos sin una excusa que pusiera en su lugar a cada cual

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 5 de febrero. El debate abierto hace un mes entre intelectuales cubanos sobre la censura de los años setenta, pasó de su estado virtual en correos electrónicos al aterrizaje en una sesión de ocho horas a puerta cerrada y el pasado fin de semana se reflejó parcialmente por primera vez en un acto público en un recinto oficial.

Cientos de escritores y artistas, que pudieron entrar a la Casa de las Américas sólo con invitación personal, discutieron el martes pasado sobre el quinquenio gris, como se conoce aquí al periodo represivo de 1971-1976. Más tarde, el sábado último, la polémica fue una referencia marginal en la habitual tertulia del Instituto Cubano del Libro (ICL), en la presentación del volumen de ensayos literarios y estéticos La causa de las cosas, de Desiderio Navarro.

La discusión estalló cuando uno de los censores de los setenta, Luis Pavón Tamayo, apareció en la televisión como si fuese una figura con aportaciones valiosas a la cultura nacional. El episodio se sumó a presentaciones similares de otros dos personajes simbólicos de la época, Armando Quesada y Jorge Serguera.

La reacción fue una tormenta de indignados alegatos frente a lo que parecía una reivindicación de los verdugos en contraste con la suerte de las víctimas de esa etapa, rehabilitadas silenciosamente, por la vía de los hechos, sin una excusa o un debate que pusiera en su lugar a cada cual.

Los riesgos del silencio

El escritor Ambrosio Fornet, quien le puso nombre al quinquenio gris, abrió la reunión del 30 de enero. En su ponencia escrita, que como decenas de textos del debate circula en Internet, dijo que aún no quedaba claro el origen de los programas de la televisión, pero aseguró que se ha-bían estrellado contra "la solidez de una política cultural que se ha afianzado como un fenómeno irreversible a través de una práctica que ya dura tres décadas".

El orador fue más preciso al señalar en esta trayectoria el peso del discurso de Fidel Castro de 1961, Palabras a los intelectuales, más conocido por la expresión "dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada". Esa intervención, apuntó el traductor, ensayista y crítico, "por fortuna ha servido desde entonces ­salvo durante el dramático interregno del pavonato­ como principio rector de nuestra política cultural".

La directora del programa en el cual apareció Pavón "nos aseguró que no sabía quién era el personaje", relató Fornet, por lo cual recordó cómo algunos tramos del quinquenio eran conocidos sólo por referencias aisladas, mientras su análisis se postergó "como lo han sido otras cosas que merecían discutirse, y por el mismo motivo: para no poner en peligro la unidad".

Explicó el escritor: "Así como no debemos olvidar que en una plaza permanentemente sitiada, como lo es nuestro país, insistir sobre discrepancias y desacuerdos equivale a 'darle armas al enemigo'..., tampoco conviene olvidar que los pactos de silencio suelen ser sumamente riesgosos, porque crean un clima de inmovilidad, un simulacro de unanimidad que nos impide medir la magnitud real de los peligros y la integridad de nuestras filas, en las que a menudo se cuelan locuaces oportunistas. Ya sabemos a dónde condujeron esos simulacros y maniobras en Europa y especialmente en la URSS".

El quinquenio

Fornet reseñó como antecedentes del periodo, entre otros, algunas polémicas de los años sesenta, el cierre del suplemento cultural Lunes de Revolución, las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP, granjas de trabajos forzados para jóvenes homosexuales y creyentes) y la hostilidad oficial hacia obras de Antón Arrufat, Heberto Padilla y José Lezama Lima, hasta llegar al Primer Congreso de Educación y Cultura, en 1971.

Recordó que en ese momento ya habían surgido críticas de intelectuales extranjeros al gobierno cubano, a lo cual Castro replicó en el Congreso descalificando a los impugnadores como "liberales burgueses" que intervenían en los asuntos internos de la isla. En la óptica actual, dijo Fornet, "la reacción puede parecernos desmesurada, aunque consecuente con toda una política de afirmación de la identidad y la soberanía nacionales; en todo caso, lo cierto es que la situación en su conjunto marcó un punto de ruptura o enfriamiento entre la revolución y numerosos intelectuales europeos y latinoamericanos que hasta entonces se consideraban amigos y compañeros de viaje".

Del Congreso, relató Fornet, emergió Pavón a la cabeza de un Consejo Nacional de Cultura, para ejecutar una política que alcanzó un "grado enfermizo" de homofobia y desplazó a quienes no calificaban como "políticamente confiables". En ese tipo de conflictos, agregó, "no sólo se dirimen discrepancias estéticas o fobias personales sino también ­y tal vez sobre todo­cuestiones de poder, el control de los mecanismos y la hegemonía de los discursos".

De la discusión, reseñó el conferencista, se pasó a una política cultural por decreto; al "realismo socialista" como "la estética de la revolución"; a exclusiones y marginaciones por "diversionismo ideológico" (las melenas, los pantalones ajustados, los Beatles, los Evangelios y los escapularios); a "parámetros" de conducta para evitar la influencia en el arte del homosexualismo y otras llamadas "aberraciones sociales".

Fornet se excusó ante quienes consideran que quinquenio gris es un eufemismo. Convino en que algunos efectos de esa política se prolongaron en el tiempo, como el veto por "no marxista" al ensayo Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier, que tardó doce años en publicarse en Cuba. Sin embargo, el escritor explicó la expresión por la atmósfera que se vivió en la época y que terminó al crearse en 1976 el Ministerio de Cultura, con Armando Hart como titular.

Al aire libre

En el último foro sabatino del ICL, bajo el portal de un edificio colonial de La Habana Vieja, el debate sólo apareció de soslayo. Un presentador habló de "la crisis de los correos" y otro vinculó la vocación crítica de Navarro con polémicas tan remotas como las de los sesenta. En primera fila escuchaban dos altos dirigentes del Partido Comunista: el líder parlamentario Ricardo Alarcón y el ministro de Cultura, Abel Prieto.

Tampoco Navarro entró de frente al tema, pero recordó que él mismo fue llamado en el pasado "hipercrítico y fuera de tono". Contó cómo obras suyas tuvieron que esperar años para publicarse, incluyendo una antología del ruso Anatoly Lunacharsky, a su vez víctima del estalinismo. Hasta la "s" del plural de la revista Criterios, que aún dirige, fue rebatida por "algunos teóricos", dijo, en nombre de un marxismo "único".

Como primer crítico de la reaparición de Pavón y animador de la actual polémica, Navarro fue parco ante el público y sólo la describió: "No he querido hacer, como decía un amigo, ni un striptease de cicatrices ni un reality show de quien sufrió más..."


Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2007/02/06/index.php?section=mundo&article=029n1mun





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