■ Habitantes de la sierra huichola, en plantón contra la construcción de una carretera
Se avizoran días feos, dice el CNI; acude a Jalisco en apoyo a pueblos wixarritari
■ Planean defensa contra la embestida del gobierno para ocupar sus territorios
Tuapurie, Jal. 8 de marzo. En un alto paraje de la sierra huichola donde viven desde hace siglos los pueblos wixarritari, conocido como Ciénega del Caballo, el Congreso Nacional Indígena (CNI) acudió al llamado de las autoridades de Tuapurie (Santa Catarina Cuexcomatitlán) para defender el plantón instalado contra una carretera impuesta. Y discutir con otras comunidades indígenas cómo defenderse juntos de la embestida creciente del gobierno federal (y aquí estatal) panista contra ellos, sus territorios y sus vidas.
Cinco temas resumen las preocupaciones más urgentes de los pueblos originarios: los megaproyectos gubernamentales y privados en los territorios ancestrales; la represión del Estado, cooptaciones incluidas; el impacto social de las políticas del gobierno; los tratados comerciales multinacionales, y el fortalecimiento del CNI, que hoy se reúne bajo el signo de la resistencia.
A la precaria sombra de los árboles en estas tierras semisecas, y en presencia del gobernador tradicional de Tuapurie, Víctor Mejía, el representante purépecha Salvador Campanur expresa: “El CNI es la casa de todos ustedes, de todos nosotros. Como ustedes nos citaron aquí, son los jefes ahora. Venimos a apoyarlos y a platicar nuestras historias y luchas. Se avizoran días bajos, feos, y ya los estamos viendo ahora. Por eso debemos tener presente que en el CNI todos somos nuestros propios jefes”.
Con ese impulso de autodeterminación, los delegados se hacen oír en las cuatro mesas de trabajo donde se discuten simultáneamente todos los temas. Además de la nutrida participación de hombres y mujeres wixarritari, toman la palabra representantes indígenas de Oaxaca, Baja California, Distrito Federal, Colima, Michoacán, Jalisco y Durango. Llegan mensajes de los pueblos rarámuri de Chihuahua y ñahñú del estado de México, que este fin de semana realizan importantes asambleas en sus regiones.
Con unanimidad notable, todos comparten las razones y los motivos de la actual resistencia wixárrika. Una mujer que lleva semanas en el plantón expresa con vigor: “El gobierno es nada más organizador de los ricos. Los empresarios le dan dinero para que gane las elecciones, y luego ponen a los gobernantes a hacer las cosas por ellos y contra los pobres. Nosotros les estorbamos”.
El nerviosismo oficial es evidente. Se encuentran presentes orejas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) –copatrocinadora del plan turístico que pretende partir las tierras de Tuapurie– y la Comisión Estatal de Derechos Humanos. A pocos kilómetros de aquí acechan dos patrullas de la policía estatal. Y decenas de vehículos de la más moderna maquinaria pesada “esperan”. Inútilmente. Ya se ven letreros de la Profepa con la palabra que el gobierno más temía: “Clausurado”. Pues Tuapurie ganó un amparo el martes pasado.
El rostro del enemigo y la resistencia
Acá, donde el viento viene a reventar (por eso llaman El Reventón al paraje) y por momentos sopla con eólico entusiasmo, los representantes indígenas comparten experiencias “con” la CDI, que más parece el enemigo: los divide y financia su exterminio benigno. Una kumiai cuenta que en Baja California el residuo indigenista del Estado ya cofinanció ¡un gasoducto! Para la repudiada carretera aquí, la CDI participa con la mitad de la inversión inicial (120 millones); el resto lo puso el gobierno de Jalisco.
Dicha obra es más que una metáfora de lo que enfrentan los pueblos indígenas en México. Carreteras con fines turísticos o de comercio trasnacional proliferan en las otrora “regiones de refugio” (concepto de Gonzalo Aguirre Beltrán) de los pueblos, sean Chiapas, estado de México, Nayarit. En el istmo de Tehuantepec la “avanzada del progreso” (como dijera Joseph Conrad) está en las hispánicas aspas de la energía eólica, según testimonia un representante zapoteca; en Ayotitlán, Jalisco, los nahuas enfrentan a la minera canadiense Peña Colorada. Depredaciones que convocan a una urgente resistencia.
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