“En la primavera del 2003 entró la gente de la familia Zaragoza, ya con los materiales para montar su campamento dentro de nuestras tierras. Traían el cemento, la grava, el alambre... y armas. De la noche a la mañana hicieron la caseta y rodearon la colonia con postes de cemento y alambre de púas. A partir de ese momento vivimos con miedo, nunca sabemos qué a va pasar”, relata un pequeño grupo de moradores reunidos en El Paso, Texas.
Desde hace un lustro cambió radicalmente la vida de aquellos habitantes. Los primeros llegaron en 1971 y desde entonces se dispusieron a construir una colonia. Levantaron los escombros y construyeron su escuela y una iglesia. Y así pasaron más de tres décadas, sin que nadie mirara a los invisibles habitantes de estas 345 hectáreas, hasta que llegó la voracidad de los Zaragoza que argumentan, sin demostrarlo, que son dueños de las más de 20 mil hectáreas (entre las que se encuentra Lomas de Poleo), que en realidad, como muestran los registros de la Reforma Agraria, son propiedad de la nación desde 1975. Sobre este predio, como también lo demuestran los colonos, ellos mantienen la posesión desde hace décadas.
El plan es tétrico: el poder empresarial, con la complicidad de los gobiernos locales y federal, pretende convertir esta zona en un nuevo corredor industrial entre Ciudad Juárez y el cruce fronterizo de Santa Teresa, Nuevo México. Los pobladores les estorban y, para intimidarlos, ya que se rehúsan a entregar las tierras en las que viven (y mueren), los asfixian dentro de un cerco de púas, los vigilan día y noche con guardias armados, han asesinado a uno de ellos y han provocado la muerte de dos niños mediante un incendio intencional. Destruyen sus viviendas, los persiguen y acosan todos los días con enormes perros que siguen sus pasos. Hay constancia de todas las violaciones constitucionales y ninguna autoridad hace nada, pues, advierten los colonos, “todos son cómplices”.
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