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lunes, noviembre 19, 2007

22 de diciembre: la masacre (15 de 21)

REPORTAJE /A diez años de Acteal

“Supimos ayer que nos iban a atacar, pero no lo creíamos”

Zapatistas previeron agresión e instaron a Las Abejas a marcharse

Las víctimas decidieron permanecer en el sitio, orando

En la sala de urgencias del hospital civil se oyen los lamentos de las mujeres heridas. Otras están inconscientes. Cuatro niños pequeños tienen un brazo destrozado, el cuello perforado o el cráneo abierto por balas de alto calibre

Hermann Bellinghausen /XV

Desde San Cristóbal de Las Casas, La Jornada reporta la noche del 22 de diciembre de 1997 el acto más violento de la guerra sin nombre de Chenalhó: una masacre en la comunidad de Acteal. Manuel Pérez Pérez, sobreviviente, al borde de las lágrimas informa que la Cruz Roja contó por lo menos 16 muertos. Otros testigos consideran que pueden ser más. “Supimos ayer que nos iban a atacar, pero no lo creíamos”, expresa Manuel. “Murieron mujeres y niños de muchos tamaños”. Su hijo Pedro, de nueve años, fue herido en la pierna. “Ahí está destrozado”, dice y señala hacia el hospital de campo del IMSS (23 de diciembre).

Hasta el momento se desconoce el número de lesionados y muertos, pero el reportero vio 11 heridos graves en el nosocomio civil y confirmó otros cuatro en el IMSS. Al cierre de edición de La Jornada ya hay otros 10.

En la sala de urgencias del hospital civil se oyen los lamentos de las mujeres heridas. Otras están inconscientes. Cuatro niños pequeños tienen un brazo destrozado, el cuello perforado o el cráneo abierto por balas de alto calibre.

El personal médico apenas se da abasto y lucha denodadamente por curar a los heridos. Una mujer en camilla tiene ya suturadas cinco grandes lesiones en distintas partes del cuerpo. Mariano no habla; en otra camilla, con los ojos muy abiertos, sólo espera que lo terminen de suturar. También está una niña de gran abdomen.

“Son los priístas, ya los conocemos”

A las 11 de la mañana empezaron a tirar desde el monte. “Se venían sobre nosotros. Son los priístas, ya los conocemos”, afirma Manuel, también representante de Las Abejas. No puede ocultar su angustia por los demás sobrevivientes. “Vayan por ellos. Se necesita un camión grande para sacarlos”. Relata que aún después de que llegaron elementos de Seguridad Pública (SP) los priístas seguían disparando.

Se supo que más tarde los agresores atacaron una ambulancia y le impidieron el paso hacia Acteal. “Murieron mujeres, hombres, esposos; la mujer sola o el hombre solo. Hubo niños a los que se murió su papá, su mamá”.

En otra nota de esa fecha, La Jornada reporta que los priístas armados iniciaron el lunes una violenta ofensiva contra los desplazados en Acteal, dejando por lo menos 25 heridos con arma de fuego y muchos muertos. Desde temprano, algunos pobladores se refugiaron en la ermita de la localidad, que después fue ametrallada. Considerada por el concejo autónomo de Polhó la agresión “más violenta” que grupo paramilitar haya realizado desde la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la embestida contra los desplazados, según los testigos, fue organizada con varios días de antelación y participaron por lo menos 60 hombres fuertemente armados.

Javier Jiménez Luna, miembro de la sociedad civil de Acteal, y el concejo autónomo de Polhó aseguraron que los desplazados fueron atacados por diferentes frentes para evitar que escaparan; habrían participado priístas de las comunidades de Los Chorros, Puebla, La Esperanza y Quextic. De Puebla es originario el presidente municipal priísta Jacinto Arias Cruz.

Hasta la medianoche del lunes, organismos de derechos humanos y de salud habían reportado por lo menos 25 heridos de bala. La mayoría fueron trasladados a San Cristóbal. Los indígenas refugiados en Acteal son originarios de Tzajalucum, Chimix y Quextic. Habitantes de las dos primeras habían sido agredidos el mes pasado por el grupo priísta, que quemó casas y se robó parte de la producción de los zapatistas y Las Abejas.

Desde principios de diciembre los priístas habían amenazado con agredir a los desplazados, pero el inicio del diálogo de paz entre ambas partes contuvo la violencia. El pasado 19, los representantes del PRI, encabezados por el alcalde Arias Cruz, rompieron las pláticas, argumentando que los zapatistas habían secuestrado a un priísta que estaba “amarrado y sin comida” en Acteal. Una delegación, encabezada por el secretario de la Comisión Nacional de Intermediación, Gonzalo Ituarte, encontró sana y salva a la persona a la que se referían los priístas.

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC) aseveró que el secretario de Gobierno, Homero Tovilla, fue enterado a mediodía por Gonzalo Ituarte del ataque. El funcionario manifestó que velaría por los pobladores. Sin embargo, elementos de SP permanecieron a 200 metros del sitio del ataque, sin intervenir.

Por la mañana se informó que la SP se asentó en Acteal, una de las zonas de Chenalhó más afectadas por la violencia en el último mes, donde se encuentran refugiadas cientos de personas. El CDHFBC confirmó lo anterior y señaló que en Acteal se formó una comisión de cuatro personas, un hombre y tres mujeres, para alertar a los policías de lo que acontecía. El hombre fue detenido. Sabía demasiado.

Últimas vísperas

Éstas fueron las primeras noticias. Finalmente había ocurrido lo inimaginable, y a la vez predecible. Los días anteriores habían arreciado las denuncias, los llamados, los testimonios. Llegó a Chiapas la ex primera dama francesa Danielle Mitterrand con la intención de visitar a los refugiados. Los acontecimientos le impidieron hacerlo. El 18 de diciembre, el nuevo embajador del Vaticano en México, Justo Mullor, en una visita muy anunciada y destacada, fue recibido por el gobernador Julio César Ruiz Ferro en Tuxtla Gutiérrez con estas palabras: “Es necesario que todos volquemos nuestra acción, deber y conciencia para consolidar la paz” (19 de diciembre), y aseguró que la visita del nuncio ayudaría en tal sentido. Durante su gira, Mullor también fue interpelado directamente por la dirigencia de Paz y Justicia en Tila, pero la visita, pese a los temores, concluyó sin contratiempos.

Días atrás, el parroco de Chanalhó, Miguel Chanteau, había dado una entrevista a La Jornada. Pese a la modernidad, expuso, “hay valores que deberían permanecer, rescatarse en las comunidades: el sentido comunitario, la igualdad, el servicio gratuito” (15 de diciembre). La Secretaría de Gobernación obstaculizaba por entonces su situación migratoria; lo expulsaría del país en febrero de 1998. En la entrevista recordó lo sucedido poco antes. Su vecino en Chenalhó, el alcalde Arias Cruz, le había dicho: “si no controla a su gente, algún día lo vamos a matar. Se lo digo en su cara, padre. Vamos a quemar su cuerpo para que no se enfermen los gusanos”. Chanteau comentaba: “me puse a pensar mucho en esa frase. Ése es el lenguaje que utilizan los muchachos paramilitares”.

El domingo 21 de diciembre, el suplemento Masiosare titulaba una serie de entrevistas como “Se preparan días sangrientos”. El poeta Óscar Oliva declaraba ahí: “No puedo decir, como el gran poeta Octavio Paz hace unos días al dejarse abrazar por el señor Zedillo, que en México se preparan nuevos días y que serán de luz. Esto no será posible mientras se estén preparando más días sangrientos”.

Las noticias eran alarmantes. El día 21, dos indígenas de Las Abejas lograron escapar de la comunidad de Pechiquil. Vicente Pérez Pérez y Vicente Ruiz Pérez, originarios de Tzajalucum, burlaron la vigilancia de los paramilitares y huyeron, el primero hacia Acteal y el segundo a San Cristóbal de las Casas. Los dos confirmaron que unos 70 integrantes de su organización estaban secuestrados en Pechiquil (22 de diciembre).

Estas personas “son amenazadas si hablan con extraños; los obligan a trabajos forzados, a robar en comunidades cercanas y a realizar guardias, tomar armas y posiciones en lugares estratégicos para responder a un ‘posible’ ataque zapatista”, añade el corresponsal. “Las mujeres secuestradas son obligadas a cocinar para los paramilitares, en jornadas de 14 horas”.

Ese día, víspera de la masacre, La Jornada estuvo en los campamentos de desplazados en Acteal. Se hablaba de que los priístas armados se estaban reuniendo en la parte alta de Acteal, donde queda la comunidad propiamente dicha. Se distinguían grupos de hombres apostándose en las laderas, al otro lado de la carretera. En las partes bajas del poblado estaban los dos campamentos de desplazados. Primero, en una hondonada, el de Las Abejas; más lejos, tras una loma, el de las bases zapatistas. Todo, a menos de cinco kilómetros por carretera de la sede autónoma de Polhó.

Testimonios posteriores confirmaron que antes de la madrugada del lunes 22 los desplazados zapatistas alertaron a Las Abejas de un posible ataque y les aconsejaron trasladarse a Polhó. La mayoría de Las Abejas determinó permanecer en el lugar, orando. Confiaban en que Dios los iba a proteger. No pensaban defenderse. Los zapatistas sí se marcharon, y su campamento estaba desierto al iniciarse el ataque paramilitar. Toda la mañana se escuchó la balacera.

* Todas las fechas entre paréntesis corresponden a citas de notas publicadas en La Jornada.

La Jornada





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